miércoles, 23 de junio de 2010

Esclavismo del siglo XXI

Trabajas más de lo que trabajaron tus padres por la mitad de su sueldo. Y todo para pagar los productos inútiles que has comprado y que la publicidad te hizo creer que necesitabas. Eso, claro está, si no decidiste comprarte una casa a un precio tres veces por encima de su valor real, hipotecando el resto de tu futuro y de tu libertad a una única cifra: el tipo de interés.

En los últimos 10 años el ritmo se ha acelerado. Ahora es más frenético, más imparable que nunca. Y sabes que si intentas apartarte del mismo serás rechazado por los que están dentro del sistema. Quizá te preguntes por qué debes cambiar de móvil, si el que tienes todavía funciona, y es una pregunta perfectamente válida.

Es más, puede que vayas más allá y te atrevas a plantearte para que necesitas un móvil, si hasta hace unos años vivías perfectamente (y más tranquilo) sin el mismo. Pero eso no importa. Han creado en ti una necesidad artificial, y tanto la sociedad como las estrategias de marketing de la industria telefónica quieren asegurarse de que siga siendo así.

Así que lo intentan con nuevas estrategias. Nuevos modelos con características todavía más superfluas. Planes de puntos, llamadas gratis, campañas veraniegas. Que lo necesites o no ya no importa, lo importante es que lo renueves cada año. Hazlo ahora. Hazlo antes de que tus amigos empiecen a mirarte raro y te den la espalda.

No eres un nombre, ni una profesión. Ni siquiera eres un individuo. Eres una estadística anónima, un número, uno más de la ingente cantidad de consumidores que deben sostener el sistema artificial que hemos creado, mientras nos vanagloriamos de a donde ha llegado la humanidad y de vivir en el primer mundo. Eres lo que posees. Nadie espera más de ti que el que consumas. Viste a la moda. Cambia de móvil. Comprate un coche híbrido y siente que estás salvando al planeta. Consume. O muere.

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